Economía feminista

Marcela Marín: «Cuidar consume energía, reduce sueños y aspiraciones a las mujeres»

Marcela Marín Platero, internacionalista y ecofeminista salvadoreña, es facilitadora de la Coordinadora Social por la Economía del Cuidado en El Salvador (COSEC). Explica que las tareas de cuidado impactan a las mujeres en aspectos cruciales de sus vidas, como la salud, la economía y la educación, debido a su distribución desigual, naturalizada por una cultura patriarcal.

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Históricamente, las mujeres han sido asignadas a tareas de cuidado bajo la noción de una «capacidad biológica» para cuidar y maternar, abarcando no solo el cuidado de los hijos e hijas, sino también diversas labores del hogar esenciales para la vida diaria y el funcionamiento de la sociedad.

Marín destaca que el sistema capitalista ignora el verdadero costo del trabajo de cuidados, perpetuando así desigualdades de poder. Esta dinámica limita la autonomía económica, social y política de las mujeres, confinándolas a la esfera privada. Según un estudio de UNFPA, basado en la EHPM de 2022, las mujeres dedican un 75.8 % del tiempo al trabajo de cuidado del hogar, mientras que los hombres solo un 24.2 %.

El tiempo que las mujeres destinan a estas tareas restringe su acceso a la educación y al desarrollo profesional, afectando también su salud física y mental, explica Marín. Las mujeres rurales enfrentan más carga de trabajo en condiciones de pobreza, lo que resalta la necesidad de políticas públicas que promuevan una redistribución equitativa de estas responsabilidades y adopten una perspectiva interseccional para atender las necesidades específicas de las mujeres en distintas áreas.

¿Podría definir brevemente qué se entiende por «trabajo de cuidados» y cómo se manifiesta en los hogares salvadoreños? 

Los trabajos de cuidados engloban diferentes dimensiones. Por ejemplo, la material, que se refiere a actividades como alimentar, cocinar, hacer limpieza, acompañar y cuidar a otra persona; pero también está la esfera psicológica, porque cuidar también establece vínculos y significa brindar un soporte emocional a los demás. Sin embargo, los trabajos de cuidados también responden a la esfera económica, ya que estas actividades, remuneradas o no, sostienen la vida cotidiana y, por ende, el capital.

Es muy importante reconocer que en El Salvador, las tareas de cuido se manifiestan de manera diferente en la zona rural y urbana. En el campo, cuando hablamos de cuidados, debemos incluir las actividades agrícolas, pesqueras, forestales, y también el cuido de bienes comunes como el agua, la tierra y los bosques, y sobre todo las actividades intangibles como la transmisión de prácticas y saberes. Es importante reconocer que todas estas actividades se desarrollan en condiciones limitadas, generando así un escenario más desafiante para las mujeres.

A nivel urbano, hay otras condiciones y factores que hacen que el tiempo que se invierte en estas actividades de cuido se reduzca. Por ejemplo, se cuenta con servicios de energía eléctrica, agua potable y electrodomésticos como lavadoras, cocinas y secadoras, que facilitan el esfuerzo en algunas tareas. Sin embargo, esto también sobreexplota los cuerpos de las mujeres, ya que mientras la lavadora está funcionando, estamos alimentando, limpiando, seguimos trabajando y cuidando.

También es importante reconocer, a nivel urbano, cómo se transfieren los trabajos de cuidado de unas mujeres a otras, considerando quiénes pueden comprar servicios de cuidado y quiénes no, así como quiénes son las personas que se dedican a cuidar a otras en condiciones violentas y de precariedad laboral.

¿Cuáles son las principales razones que identifica por las que las mujeres en El Salvador asumen una mayor carga en el trabajo de cuidados comparado con los hombres? 

La principal es la división sexual del trabajo; es decir, existen diferencias de género en la manera en que se organiza la responsabilidad del cuidado. Estas dinámicas también han sido naturalizadas históricamente por una cultura patriarcal y con la idea de que las mujeres tenemos una “capacidad biológica” y un “instinto de cuidar y maternar,” asignando así a las mujeres a la esfera privada y a los hombres a la esfera pública. Esto obliga a que las tareas de cuidados recaigan de manera desproporcionada e injusta en las mujeres, en la mayoría de los casos, sin remuneración.

¿Cómo afecta esta carga de trabajo no remunerado a la vida personal, profesional y económica de las mujeres en El Salvador? 

Cuando hablamos de cuidados, debemos tener en cuenta el derecho que tenemos a decidir si queremos cuidar y bajo qué condiciones lo deseamos hacer. En El Salvador, esto es algo que no se respeta. Por ello, la sobrecarga de trabajo de cuido restringe totalmente la autonomía económica, social y política de las mujeres y también deteriora la salud física y mental, ya que estas tareas provocan cansancio, estrés, ansiedad y, en algunos casos, depresión porque el tiempo de goce y disfrute para el autocuidado se reduce como consecuencia de la ayuda o cuidados que presta a otras personas, limitando su bienestar individual. 

En el ámbito profesional, las tareas de cuidado nos limitan, ya que el poco tiempo libre que nos queda impide optar por un trabajo formal. Como resultado, nos enfrentamos a las altas tasas de trabajo informal y precariedad salarial. Las mujeres cuidadoras terminamos trabajando sin garantías de seguridad social.

¿Por qué evalúa que el trabajo de cuidados sigue siendo invisibilizado y subvalorado en la sociedad salvadoreña, a pesar de su importancia fundamental? 

Al sistema capitalista no le conviene asumir el costo real del trabajo de cuidados, ya que a estas dinámicas patriarcales les conviene que sea la mujer quien asuma estas responsabilidades, permitiendo así que los hombres continúen ocupando espacios de poder, toma de decisiones y visibilidad pública. La invisibilización de estas actividades perpetúa dinámicas de poder al considerarlas no merecedoras de una retribución económica, cuando en realidad son fundamentales y necesarias en nuestra sociedad. Los trabajos de cuidados sostienen la vida cotidiana de todos y todas; sin ellos, no podríamos sobrevivir.

Según una investigación realizada por UNFPA, a partir de la EHPM de 2022, las mujeres dedican un 75.8 % de las horas de trabajo de cuidado del hogar en comparación con el 24.2 % de los hombres. ¿Cuáles son los principales factores que perpetúan esta desigualdad en El Salvador? 

Esto pasa porque no existe igualdad de oportunidades para hombres y mujeres. No hay condiciones sociales que permitan que las mujeres podamos tener un servicio de cuidados infantiles que tenga condiciones dignas y sean espacios integrales. Por otro lado, las políticas públicas no están diseñadas para que las mujeres podamos acceder a servicios que nos ayuden a sobrellevar las tareas de cuidado de una manera equitativa.

La idea de que las mujeres hemos nacido para hacer estas actividades hace que los hombres no terminen asumiendo ni se vuelvan corresponsables en asumir los cuidados de las infancias o adultos mayores. Siempre se termina buscando a una mujer para que resuelva las tareas de cuidados, esto genera que las mujeres se enfrenten a largas jornadas de trabajo luego de su trabajo remunerado, a diferencia de los hombres, que pueden tener otros espacios de ocio y descanso.

La brecha de horas dedicadas al cuidado entre jóvenes de 15 a 35 años es de 17.85 horas semanales. ¿Qué efectos específicos tiene esta carga desigual en las oportunidades educativas y laborales de las mujeres jóvenes? 

Las tareas de cuidado se vuelven un obstáculo para las mujeres jóvenes, ya que limitan su acceso a una carrera educativa, dificultan su especialización y, en muchos casos, las llevan a abandonar sus estudios. Esto condiciona que las mujeres no puedan obtener mejores ingresos económicos.

Es importante reconocer que las tareas de cuidado también dificultan la inserción de las mujeres en el campo laboral, obligándolas a aspirar a trabajos de medio tiempo o aceptar empleos precarios por falta de tiempo. Esto se traduce en menor seguridad social y condiciones de pobreza. Las tareas de cuidados se vuelven un obstáculo para avanzar a nivel educacional y laboral; incluso consumen energías y reducen muchas aspiraciones y sueños que podamos tener como mujeres.

En el informe del UNFPA se menciona la necesidad de políticas públicas sensibles a las necesidades de las mujeres, ¿podría detallar algunas recomendaciones clave que podrían implementarse para equilibrar la distribución del trabajo de cuidados? 

Para que haya un cambio significativo a nivel local y nacional, es necesario contar con la voluntad y el compromiso político del Estado para impulsar medidas que permitan conciliar la vida personal, familiar y laboral de las personas cuidadoras. Garantizar la equidad entre hombres y mujeres es fundamental. Por ello, considero esencial apostar por la construcción de un programa que apoye y acompañe de manera integral a las personas que necesitan cuidado, como las infancias, personas adultas mayores, personas con discapacidad o enfermedades crónicas. Es indispensable que este servicio de atención integral esté disponible tanto en áreas urbanas como rurales.

Las empresas también deben incluirse en estas medidas. Deben generar flexibilización en las jornadas laborales, subsidios y salarios dignos; estas condiciones van a permitir que se pueda aliviar la carga de trabajo no remunerado o remunerado de cuidado y mejorar la calidad de vida de las mujeres.

También es crucial garantizar el acceso y la calidad de los servicios básicos. Cuando estos servicios no están disponibles en las comunidades urbanas o rurales, la carga laboral de las personas cuidadoras aumenta significativamente. Por otra parte, a nivel social es importante sensibilizar y educar sobre la necesidad de que las tareas de cuidado sean compartidas por todas las personas que viven en la casa.

¿Qué recomendaciones daría a los responsables políticos, organizaciones y a la sociedad en general para abordar y mejorar la situación del trabajo de cuidados en El Salvador? 

Es crucial diseñar políticas públicas desde un enfoque sistémico que reconozca, visibilice y valore todas las actividades clave para la sostenibilidad de la vida. Además, es necesario adoptar un enfoque redistributivo, donde el Estado, la familia, la comunidad y las empresas asuman un rol de corresponsabilidad en el trabajo de cuidados.

Igualmente, es importante incorporar una perspectiva de género e interseccional que permita identificar las necesidades reales de las mujeres, tanto en áreas urbanas como rurales. Esto facilitará la creación de un sistema de cuidados que responda a los diversos estilos de vida de las mujeres salvadoreñas. Basándonos en esta perspectiva, se podrían establecer espacios accesibles e integrales de cuidados para la niñez, personas adultas mayores, personas con discapacidad y otros grupos vulnerabilizados.


Charlie Iraheta, egresado de la licenciatura en Comunicación social, es un apasionado por los temas de género y diversidad sexual. Ha acumulado experiencia profesional como pasante de periodismo en la agencia Reuters y ha trabajado como asistente de investigación en la Vicerrectoría de Investigación de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA). En su tiempo libre, disfruta visitar cafeterías aesthetic, conversar, cuestionar y pasar tiempo de calidad con sus amistades.

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