El mundo se paralizó a causa de la pandemia por el COVID-19: restaurantes, escuelas, centros comerciales, lugares turísticos, aeropuertos, transporte público. Todo cerró. De un día para otro todo se detuvo. O, al menos, eso creímos. Quienes no pararon fueron las personas a cargo del cuido de otras.
Para nadie es sorpresa que la mayoría de estas son mujeres. El “quédate en casa” no puso pausa, sino más bien aumentó estas tareas dentro de los hogares. Alguien tenía que seguir cocinando, lavando ropa, asumir los cuidados y la atención de lxs niñxs, las personas adultas mayores y las personas con enfermedades crónicas.
El trabajo que se realiza en casa, que está normalizado como responsabilidad de las mujeres, es el que no ha parado —muchos sospechan que en realidad ha aumentado— en tiempos de confinamiento obligatorio y medidas de protección sanitaria. Este trabajo no es reconocido por el sistema económico actual y, en muchos casos, tampoco es remunerado. Pero existe una corriente de pensamiento económico que pone como eje central toda esa labor que ahora está invisibilizada, y que refleja que las mujeres son quienes sostienen al sistema.
La economía no es solo una palabra que se utiliza de sinónimo para el sistema por el cual organizamos nuestros recursos o las actividades que realizamos para intercambiar bienes y productos. Es una ciencia social. Y como en otras ciencias, hay diferentes escuelas y corrientes de pensamiento.
La economía feminista es un enfoque que critica las formas tradicionales de estudiar y entender el funcionamiento de la economía. Estudia las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, y cómo estas están enraizadas en el sistema en el que vivimos y son reproducidas en diferentes niveles de este sistema. Una parte esencial para entender la economía feminista es que esta hace énfasis en la necesidad de cuestionar al sistema capitalista, el cual se centra en la producción y en el mercado. En cambio, desde la economía feminista se propone poner como punto central la vida de todas las personas y su sostenibilidad a futuro.
En la década de 1970, los movimientos feministas influyeron para que se pudieran visibilizar las desigualdades entre mujeres y hombres. Lograron que las mujeres empezaran a integrarse al mercado laboral y también pusieron en discusión el no reconocimiento del aporte del trabajo doméstico al sistema económico.
Después la economía feminista surge formalmente en la década de 1990 con base el trabajo intelectual de economistas feministas como Silvia Federici, María Mies, Mariarosa Dalla Costa y Carole Pateman. Este enfoque económico critica la falta de reconocimiento de actividades ejercidas principalmente por mujeres, como el trabajo doméstico y de cuidados. Pero también crítica la desigualdad en la participación de las mujeres en el mercado laboral y su poca presencia en los espacios de toma de decisiones.
El hogar y lo “privado” son una parte clave de la economía
¿Alguna vez te has puesto a pensar sin qué no podrías sobrevivir? Agua, comida, que alguien te cuide si te has enfermado. Si nos ponemos a pensar de forma muy básica sobre cuáles son las actividades que permiten a las personas literalmente vivir, llegamos muy rápido a lo que se denomina como “trabajos de cuidado”.
El trabajo de cuidado se refiere a las actividades cotidianas en el hogar, como la preparación de comida, la limpieza de la casa, planchar, lavar, comprar los alimentos, cuidar de niñxs, personas mayores y personas enfermas, entre muchas otras cosas. Pero también incluye otras actividades que muchas veces damos por sentado: escuchar los problemas de alguien, brindar cariño, acciones que se conocen como cuidado emocional.
Las actividades que se realizan en el hogar, muchas por mujeres y la mayoría de las veces sin pago, son esenciales para que el sistema en que vivimos pueda sostenerse. Es ahí, en el hogar de cada una de las personas, donde se garantiza lo más importante para que las personas puedan tener la fuerza para trabajar: la vida.
Sin alimentación, limpieza, higiene y cuidados en general hacia las y los trabajadores, el sistema actual simplemente no podría mantenerse.
Añadir a las mujeres a los espacios económicos y de toma de decisión no resuelve los problemas de fondo
El análisis y los aportes que se realizaban desde el movimiento feminista en la década de 1970 lograron que hubiera un mayor reconocimiento de las mujeres en el mundo económico. En 1970, en El Salvador, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de participación laboral de las mujeres era del 17.2 %. Es decir, menos de 2 mujeres de cada 10 participaban en el mercado laboral.
Sin embargo, las salvadoreñas están todavía muy lejos de conseguir la paridad económica. Según el Informe Mundial de Brecha de Género del Foro Económico Mundial El Salvador lleva 14 años estancado en paridad de género con solo 5 de cada 10 mujeres participando en el mercado laboral.
Aunque las mujeres han tenido acceso al mercado laboral, rápidamente quedó claro que pensar en términos de Economía + Género no resolvía todo. De hecho, continuaba reproduciendo desigualdades. Solo un grupo reducido de hombres y de mujeres privilegiados tenían acceso a estos espacios. Otros grupos dentro de la sociedad continuaban siendo excluidos.
Corina Rodríguez, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), menciona en su trabajo académico la importancia de reconocer los cuidados y las tareas del hogar como trabajo.
Lo irónico es que justo ese trabajo que permite que el sistema funcione es el que usualmente no se paga y, si se paga, se paga mal. Como consecuencia, la mayoría de las mujeres invierte tiempo, energía y fuerza en estas tareas, las cuales reducen el tiempo que pueden dedicar a sí mismas, para descansar después de jornadas de trabajo regulares o se ven forzadas a recurrir a trabajos de medio tiempo o que requieren menos de ellas. La economista Silvia Federici justamente dice: “eso que llaman amor es trabajo no pago.”
Los hombres pocas veces deben elegir entre el hogar y el trabajo. Socialmente, se han designado estas actividades a mujeres. Pero, ¿tiene que ser esto así?
Para la economía feminista es importante y necesario hacer visible que todo lo que se realiza en casa es trabajo y no debe ser visto como amor o sacrificio natural de las mujeres. Que el sistema económico casi obliga a las mujeres a especializarse en las tareas del hogar y de manera gratuita, justo en un sistema donde todo tiene un valor monetario, resulta todavía más irónico.
La economía feminista no vela solo por las necesidades e intereses de las mujeres
El análisis que hace la economía feminista no solo responde a los intereses y necesidades de las mujeres. Su propuesta es que el sistema económico deje de ser excluyente con diferentes grupos de la sociedad, que no se reproduzcan desigualdades que permitan solo a un sector privilegiado tener una vida que vale la pena vivir y a otros no.
¿Qué significa esto? Que todos y todas tengan acceso a por lo menos las condiciones básicas para poder vivir. No todas las personas dentro del sistema económico actual tienen acceso a una vivienda digna, agua potable, y otros recursos básicos para poder vivir. La economía feminista critica estas formas de distribución que excluyen a algunas personas.
El fundamento es algo muy básico: todas las vidas importan. Por ello, garantizar que se respeten los derechos humanos y que todas las personas tengamos acceso a una vida digna es el centro de todo bajo esta corriente de pensamiento. El sistema económico convencional, hasta ahora, no ha cumplido con estos principios y solo beneficia a ciertos sectores privilegiados de la sociedad.
La pandemia del COVID-19 desnudó cómo el sistema económico actual es incapaz de responder a las necesidades de todas las personas, sobre todo de las más vulnerables. Este es un buen momento para mirar la economía desde una perspectiva feminista y analizar lo que mujeres como Amaia Peréz Orozco y Cristina Carrasco, dos de las teóricas más influyentes, enunciaron desde hace tiempo: la reproducción de la vida y los cuidados son el sostén del sistema económico actual.
Este explainer fue realizado con apoyo de del National Endowment for Democracy.